Por Kenner, viajero consciente y observador del alma del mar.
✨ Un espectáculo ancestral que regresa cada invierno
Hay momentos en que la naturaleza se presenta sin pedir permiso. Solo aparece. Majestuosa, silenciosa, viva. Así son las ballenas francas australes cuando regresan a las costas de Santa Catarina entre los meses de junio y noviembre, buscando aguas cálidas y tranquilas para parir y cuidar de sus crías.
Verlas desde la arena, desde un morro o incluso desde un rincón solitario al amanecer… no es turismo. Es ritual.
📍 ¿Dónde verlas?
Florianópolis no es solo sol y verano. Durante el invierno y la primavera temprana, las playas del sur de la isla se transforman en verdaderos miradores naturales de cetáceos.
- Praia do Campeche: donde el mar profundo se encuentra con la poesía del viento.
- Morro das Pedras y Armação: mirantes con vista amplia y contacto directo con el Atlántico Sur.
- Y si te aventuras un poco más allá, Garopaba e Imbituba forman parte de la conocida Ruta de la Ballena Franca, un corredor ecológico que protege más de 150 mil hectáreas de biodiversidad marina.
🧭 Verlas no es consumirlas
Cada vez que alguien presencia a una madre ballena enseñando a su cría a respirar, saltar o simplemente flotar… algo se acomoda dentro del pecho. Observar ballenas no es un tour: es una invitación a bajar el ritmo, afinar la mirada y entregarse a la contemplación.
🌱 Aquí, el lujo no está en el precio de la experiencia, sino en el privilegio de estar presente.
🎧 Dinámica para los 5 sentidos (experiencia sugerida):
- Vista: lleva binoculares o una cámara con zoom, pero no te obsesiones por la foto perfecta.
- Oído: escucha el soplido. Es como el suspiro de la Tierra.
- Tacto: siéntate en la arena fría. Apoya las manos en una roca húmeda.
- Olfato: respira profundo. El mar tiene memoria.
- Gusto: lleva un mate o un té caliente, y brinda con el océano por la vida que renace.
🐋 ¿Por qué vienen aquí?
Las ballenas francas migran miles de kilómetros desde la Antártida hasta el litoral brasileño para proteger a sus crías del frío extremo. Prefieren zonas poco profundas, cercanas a la costa, y permanecen aquí durante semanas. Algunas incluso regresan cada año al mismo lugar, como si recordaran cada piedra, cada ola.
🧠 Un dato que ARû, mi IA amiga, quiere que sepas:
“La especie Eubalaena australis está protegida desde 1987. Gracias a los esfuerzos de conservación, su población está lentamente recuperándose. Sin embargo, aún se enfrentan a amenazas como redes de pesca, colisiones con embarcaciones y contaminación sonora.” — ARû
💬 Reflexión final
Si llegas a ver una ballena este año, no le digas a todo el mundo de inmediato. Guarda el secreto por un instante. Deja que se quede contigo. Que se transforme en poesía. Luego sí, comparte… pero no como una novedad, sino como un acto de agradecimiento por haber estado allí, en ese preciso momento.
📸 ¿Ya viviste este encuentro?
Cuéntamelo en los comentarios o etiquétame en tus publicaciones. Que nuestras historias también sirvan para proteger a quienes no tienen voz, pero sí canto.
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